Quien piense que no es posible servir ostras salvajes en un restaurante relajado es que no ha visitado Clamato, en París. Permite que la persona viaje a las costas menos conocidas de Europa a través de la comida cuando alguien nos prepara en forma de plato ese viaje y nos deja disfrutarlo sin pompa y boato.
El restaurante Clamato trabaja el pescado y el marisco en un ambiente muy relajado y con buenas vibraciones. Las planchas de madera en el techo, los muebles desparejados, las mesas de madera desgastada y el muro acristalado hacia un patio parecen haber sido sacados de la cabaña del pescador. La madera de su barca está en la barra, en el techo y en esos muebles nada pretenciosos. La combinación de materiales y acabados profundiza en la idea de libertad y de ausencia de protocolo. Los colores saturados ofrecen contraste con los fondos claros y el mobiliario. Este ambiente atrae a un público que busca la buena comida sin artificio, que quiere pasar un rato en compañía en un lugar peculiar pero sencillo. Y por supuesto, ¡nada de reservas! Solo tienes que ir allí. El protagonista aquí es el producto: las ostras salvajes de Irlanda en temporada, las almejas de Dieppe con mantequilla de hierbas, el tourteau de Cangrejo de Finisterre con mayonesa de curry, o las espectaculares gambas de Oléron en caldo con vinagre ahumado y ciruelas saladas. La especialidad es una característica propia de negocios para Updaters porque conocer el origen y los detalles propios del producto es parte del disfrute y el gusto por entender la tradición y la historia.
El refugio de la tormenta y el temporal está a este lado de la cristalera y fuera puede seguir lloviendo porque Théo Porriat y Bertrand Grébaut ya hacen su trabajo para mantenerte a salvo de las inclemencias del mar mientras disfrutas de lo que el mar tiene para darte.