Convertirse en un referente en un producto del que otros países hacen gala como elemento de su marca país es osado. Pero hay muchos valientes que lo han hecho y han conseguido labrarse un prestigio por la calidad y la originalidad con la que han conseguido vencer los clichés. Conocemos por ejemplo la historia de Porto Muiños y su negocio de algas, vendiendo en Japón.
Malebranche no es una marca de chocolate suizo, ni francés, es una antigua casa de dulces occidentales de Kioto que ha conseguido con los años su misión: ser querida por los lugareños y convertirse en una empresa de la que puedan estar orgullosos la gente de su ciudad. Producen confitería al estilo occidental cuidadosamente preparada y con el omotenashi (concepto de la hospitalidad y el cuidado del otro) japonés siempre en el horizonte. Uno de sus productos más interesantes es Horohoro Chocolates, una gama de chocolates en formatos cuadrados muy finos y pequeños que recrean elegantemente un tablero de shogi o ajedrez japonés. El diseño recorre desde lo más intrínseco de la materia prima hasta el último detalle de su empaquetado y de su servicio en la tienda. La gama de sabores se construye en base a colores y a un símbolo, que puede recordar a los mon o dibujos heráldicos japoneses, que aparece en relieve en el chocolate y como parte de la ilustración gráfica de su packaging. Los sabores son valientes y muy japoneses: azúcar moreno y mezcla de especias shichimi negro, soja negra y harina de soja, té fuerte, yuzu y shirogoma o sésamo blanco. El empaquetado exterior no está hecho, cómo podría ser previsible, de papel plegado, sino compuesto por dos tablillas de madera y unas características gomas rojas que se cruzan y cierran el producto. Sobre las tablillas, una etiqueta impresa a color y con tinta dorada para cerrar este tesoro de la ciudad de Kyoto. La importancia del envoltorio casi más que la del contenido, como decía Roland Barthes en su libro “El imperio de los sentidos”, está aquí representada. La envoltura da valor por su suntuosidad a lo que protege, es un símbolo del cuidado en la confección del producto. Vemos por la delicadeza de la ejecución y por la simplicidad, pero exactitud a la hora de hacer suyo un producto extranjero, que Malebranche ha conseguido en la línea Horohoro hacer suyo un símbolo nacional extranjero. El sentido que se le aporta al producto y el gusto con el que se realiza el diseño convierten a estos chocolates en un buen ejemplo de consistencia y de reinvención de una categoría de producto madura y peleada.
El universo Updater busca la versión contemporánea de los símbolos, objetos y costumbres antiguas. Encuentra placer en descubrir versiones valientes de la tradición, valora el cuidado en el proceso y la delicadeza en la elaboración y la presentación. Horohoro chocolates es un caso testigo de esta tendencia y de cómo una marca puede responder bebiendo de fuentes muy diferentes para hacer su propuesta siempre que guarde sentido.