Es la respuesta opuesta a la tendencia global del neofuturismo. Tiene que ver con despojarse en cierto modo de lo artificial y de la ansiedad que produce la excesiva atención y consciencia de lo que hacen otros o de la observación que podemos tener de los demás.
Es la respuesta opuesta a la tendencia global del neofuturismo. Tiene que ver con despojarse en cierto modo de lo artificial y de la ansiedad que produce la excesiva atención y consciencia de lo que hacen otros o de la observación que podemos tener de los demás. La felicidad de perderse, de desconectar y romper la dependencia del juicio externo. El deseo de trascendencia que antes se expresaba más integradamente, normalmente a través de la religión, y que en la actualidad necesita de caminos alternativos. Incluso dentro de la vida urbana se pueden encontrar signos del ansia por conectar, al menos de vez en cuando, con nuestra naturaleza más original, a veces incluso de forma espiritual. La reconexión con el origen se ve activada por el deseo de libertad, de conexión, de respuesta al cansancio interminable del que habla el filósofo coreano Byung-Chul Han en su “sociedad del cansancio”. La inmediatez, la multidimensión del tiempo, la presión por la productividad como filosofía de vida, la sensación continua de exposición y la obligación social de hacer mucho y parecer casi perfecto que impone un uso exhibicionista de las redes sociales conducen a un lugar de ansiedad y sensación de velocidad continua que genera cansancio y desequilibrio. De ahí esta respuesta.
Para las marcas supone una búsqueda honesta de su razón de ser en la sociedad y una reflexión profunda de cómo conecta con la naturaleza, con el espíritu y con el bienestar más profundo de las personas. Si la marca no tiene esta capacidad no será creíble adhiriéndose a esta tendencia global.