El paraíso es imaginado como un jardín en el que árboles y plantas embellecen el paisaje. No falta el alimento, que se muestra exuberante y accesible en la naturaleza. Como decía el Génesis: “todos los animales domésticos y … las criaturas voladoras de los cielos y … toda bestia salvaje del campo”. Es esa sensación de belleza, de abundancia y fertilidad la que se le presupone a una buena mesa.
El diseñador holandés Marcel Wanders ha recreado la riqueza del mundo vegetal en su colección de cubertería El Jardín del Edén para la empresa francesa Cristofle. Utensilios para servir, platos, saleros, candelabros … todos ornamentados con un estampado icónico desarrollado con hojas entrelazadas, flores de lis rizadas y manzanas en contraposición a una matriz geométrica envolvente. Material y acabados con fuerza, contundentes, para tomar conciencia del acto de comer de una manera ritual y casi mística. Así lo muestran también en su comunicación, con referencias a lo tribal, al tatuaje y al cuerpo. El objetivo de realizar una colección sensual que hiciera de cada comida una experiencia más memorable que la anterior se consigue por la profusión de la decoración y la gran presencia de cada objeto.
La toma de contacto con la tierra y con los actos más propios de la supervivencia como es la alimentación se sofistican a través del diseño sin renunciar a una llamada a lo primitivo, al origen. La naturaleza es al mismo tiempo intemperie inquietante y refugio. Es una paradoja que de todo lo que el humano ha estado huyendo y protegiéndose a lo largo de los siglos ahora se anhele y esté en el deseo de retorno de muchos.