La naturalidad con la que se viven los avances tecnológicos y el avance hacia un mundo menos corpóreo, más etéreo, menos fijo, más neutro e incluso asexual favorece la normalización del futuro, su integración en el presente.
La naturalidad con la que se viven los avances tecnológicos y el avance hacia un mundo menos corpóreo, más etéreo, menos fijo, más neutro e incluso asexual favorece la normalización del futuro, su integración en el presente. Las utopías de futuro y el concepto futurista no asustan a los nuevos habitantes de este planeta, lo viven con más deseo y menos miedo. Un tiempo en el que serán posibles cosas que harán más interesantes nuestras vidas. Los cuerpos ya son informacionales, las prótesis (móviles, relojes inteligentes, yendo más allá, los implantes) se han normalizado porque además cada vez son más invisibles. Los espacios y la estética se limpia y hacen asépticos. El tiempo abandona su carácter secuencial, se hace simultáneo en las múltiples capas en las que el individuo actúa al mismo tiempo. Esta tendencia global tiene relación con los conceptos de edad fluida y cultura hacker. El biohacking es una de sus manifestaciones, el cuerpo humano se asimila a una máquina, la ciencia se convierte en algo de uso personal y casero. En el lado estético se identifica con los cánones del Biopunk, Cyberpunk y el Steampunk. En el lado filosófico con el resurgir del Transhumanismo.
Para las marcas supone responder a las exigencias tecnológicas que esto requiere, ayudar a cumplir los objetivos que hay detrás de la obsesión de rendir más y mejor. Contribuir a una mejora del rendimiento y a la integración de la tecnología en la vida cotidiana.