Transformando la experiencia rutinaria de hacer la compra en un viaje por las tiendas de la infancia, el pueblo, el origen y la imperfección, la tienda de Harris Farm en Sidney se divide en diferentes secciones, cada una con un diseño propio y colores distintos que lo identifican. En sus paredes se pueden leer mensajes que celebran de forma sincera y sencilla el comer o las características del producto que ofrecen.
Se crea un ambiente nostálgico en ocasiones con algún aparador o mueble tradicional relacionado con el producto que tienen cerca. Por ejemplo, el café está expuesto en máquinas de moler café, los huevos están en una carreta, las barras de pan se sacan estirando de una cuerda ligada a un rodillo. Estos guiños nos recuerdan de dónde viene la comida, nos permite divertirnos con la experiencia de compra, pero nunca se produce exceso. Lo importante es el alimento. La disposición de los productos está calculada, se agrupan por colores o formas, todo está diseñado para crear una armonía de colores natural que atrae la atención e invita a disfrutar de la belleza imperfecta de sus formas y de sus tonos.
Además, muchos de los productos son artesanos, sin añadidos, y el packaging también pretende evocar la forma más tradicional y despojada de presentar el producto. Las botellas de leche de cristal se encuentran sin etiqueta alguna. En la entrada se ofrece fruta gratis para los niños. Y, a continuación, se encuentra una carreta llena de frutas “imperfectas”. Productos sanos, naturales y por qué no, imperfectos.