La Neoartesanía se ha caracterizado en muchas ocasiones por limar ciertas imperfecciones ligadas al trabajo artesano y por modernizar diseños, líneas, materiales y acabados.
Sin embargo, existe una tendencia global, no solo en la artesanía, que busca la imperfección conscientemente. Es lo que llamamos Oda a la Imperfección. La artista y ceramista australiana Alana Wilson produce piezas que recuerdan a la tierra, como si todavía no hubiesen llegado a ser cerámica. Son piezas primitivas, que rondan el concepto estético japonés del wabi-sabi, una visión del mundo que acepta la imperfección y la fugacidad. El tipo de belleza imperfecta, temporal e incompleta. La cerámica de Alana parece que está envejecida, podría ser parte del atrezzo de una pintura flamenca, parte del escenario de una obra de Vermeer o la pieza principal de un tokonoma (altar) japonés. Su línea Purity recuerda a la espuma del mar, la textura parece haber pasado la pátina del tiempo bajo el mar como las ánforas de un naufragio. T NYC parece ser la anatomía de un hueco, cada bol presenta un vacío diferente, una forma distinta a la que el contenido puede amoldarse.
El trabajo cerámico de Wilson es humilde pero lujoso y parece corresponderse a un futuro antiguo. El movimiento global de Oda a la Imperfección encuentra lo sublime en lo irregular, la perfección no tiene cabida en la belleza de lo natural. La imperfección lo hace más interesante y más creíble. Los objetos que siguen esta filosofía estética destilan un alma más humana y honesta. La imperfección deliberada transmite un sentido de serena melancolía y de deseo espiritual que facilita la conexión emocional con las piezas. Es la mayor potencia de este tipo de neoartesanía.