“La cocina brasileña es un sueño viable” dice el chef Alex Atala resumiendo su visión de DOM, un restaurante creado en un momento en el que no se sabía mucho sobre los sabores de Brasil. Pero ahora es una realidad, entre los diez mejores del mundo, con dos estrellas michelín, DOM es un lugar parecido a su chef, sin pretensiones, con las manos en la tierra, trascendente y profundo.
El espíritu de DOM guarda parecido con Atala, en su momento joven chef, punk y ex DJ orgulloso de los ingredientes nacionales y transgresor en su aventura de vuelta al lodo, a la selva, a la tierra roja de su país en un proyecto ambicioso: crear una cocina de autor contemporánea rescatando ingredientes poco explorados en la restauración como el açaí, cupuaçu y pijuayo. Ya, como chef maduro y con trayectoria, plantea una propuesta que refleja la inquietud y las revelaciones de su chef en sus momentos más salvajes de experimentación fundiendo la naturaleza brasileña en el plato. El espacio, según la mirada que tomes puede ser colonial o tribal, pero sus colores y su luz te llevan a la textura y al barro de los ríos y los bosques de Brasil. Su altura te hace sentir insignificante ante el poder de la naturaleza, como al borde de un río encajonado en su cañón. La madera y los tonos tierra de la gama del mobiliario y el espacio reflejan esa sensación. Un jaguar de madera en la sala vigila a los comensales, recordando que forman parte de ese ecosistema brasileño donde lo más salvaje convive en tensión con algunas de las ciudades más cosmopolitas del mundo.
Las raíces que anclan al origen y las ramas del árbol que tocan el cielo son el canal por el que fluyen las ideas de Atala de la tierra a las experiencias sublimes. El nombre del restaurante ya es promesa de la experiencia que se propone en él Deo Optimo Maximo, para el más grande y mejor dios.