La Isla de Langholmen, en Suecia, está muy cerca de Estocolmo, tiene playa, mucha vegetación, está bien conectada… Lo tiene todo para ser un paraíso para el turista. Sin embargo, en el centro de la isla encontramos una prisión, inaugurada en 1724 y clausurada en 1975. Este hecho podría hacer que el turista más receloso se replantee su paso por dicha isla. A no ser que esa prisión haya sido reciclada y rehabilitada como un hotel, como es el caso.
El Langholmen Hotel, aunque también tiene una parte como hostal, quiere ofrecer una experiencia hotelera diferente. Ha rediseñado las celdas de los presos como habitaciones acogedoras para todo tipo de visitantes, aunque las sigue llamando celdas. Desde familias enteras en una sola celda hasta una versión individual. Durante la fase de rediseño se han mantenido las puertas originales de las celdas, barrotes de las ventanas, así como la estética industrial y carcelera del lugar. Además, este hotel nos cuenta en su página web toda la historia de la prisión, los acontecimientos históricos que rodean la isla, etc.
No se concibe al turista Experimental sin la experiencia turística, por lo que es sin duda este perfil el que más puede inclinarse por este tipo de opciones. El background que posee no es sólo histórico, sino que se le añade el morbo de haber sido una prisión. El aura y el dramatismo de los espacios es para ellos tan importante como lo físico en sí. Ahí donde otros usuarios pueden plantear dudas, el Experimental le da la vuelta a la incertidumbre y la convierte en virtud y el Langholmen Hotel promete un turismo de cárcel con muchas de esas virtudes.