En 20132 una de las portadas de la revista TIME retrataba a una chica adolescente haciéndose un selfie. En los titulares “La generación YO YO YO. Los millennials son vagos, narcisistas empedernidos que aún viven con sus padres. Por qué nos salvarán a todos”. Aquel manifiesto en una publicación de la influencia del TIME ponía un foco mayúsculo en esta generación.
Su perfil, no sólo en los tópicos sino también en las cifras con las que contaba Joel Stein, respondía a una personalidad narcisista, obsesionados con la fama y la popularidad. Según los estudios de la ONG Instituto para las Familias y el Trabajo , en 1992 el 80% de las personas por debajo de 23 años deseaban tener un día un trabajo con gran responsabilidad; 10 años más tarde, sólo el 60% lo deseaba. ¿Quiere decir eso que son vagos? Quizá la respuesta no sea tan simple.
La simplificación de la generación Millennial a las características descritas arriba y asociadas a unos años de nacimiento (1980 a 2000) es simplista y no tiene en cuenta que ha pasado de ser una generación a un estilo de vida que ha contagiado a prácticamente el resto de las generaciones actuales. Su capacidad para influir y extender ideas es mayor que ninguna comparada con cualquier movimiento en la historia, y eso es un aspecto nada desdeñable porque al entender los medios y la forma de comunicar contemporánea tienen en su mano una gran herramienta y saben cómo usarla. Los millennials de cada país son diferentes, pero a causa de la globalización, las redes sociales, la occidentalización y la orientalización de las culturas populares y la velocidad de los cambios, los millennials del mundo son más similares entre sí que cualquier otra generación más mayor en sus países.
El hecho de haber extendido una de las etapas de la vida y haber expandido ese intervalo entre la adolescencia y lo adulto, ha creado infinidad de nuevos mercados para atenderlos y para ayudarles en ese proceso de autoconstrucción de su marca personal. Cada Millennial es un proyecto de sí mismo y muy consciente de la importancia de su imagen y de su reputación, gestiona su comunicación para contribuir a la creación de la idea de si mismo que ha decidido tener. Esto puede ser un aprendizaje para muchas de las marcas de empresa a día de hoy, y una oportunidad, pues canalizar ese conocimiento, habilidad y talento puede tener beneficios indudables para las marcas.
Acostumbrados más que nadie a negociar, a planear cómo hacer las cosas, positivos y con gran autoestima, se puede decir que los millennials son simpáticos y mucho más pacíficos que otras generaciones anteriores de su misma edad. Más abiertos a la diversidad y la diferencia, se puede conectar con ellos defendiendo estos valores.
Así que es justo decir de ellos que son sinceros y optimistas, que trabajan con el sistema, idealistas pragmáticos, que buscan la manera de conseguir lo que quieren y que su mundo es plano y no tiene líderes o figuras autoritarias, pero funciona. Buscan nuevas experiencias y eso supone que lo material deja de tener importancia en muchos de los aspectos tradicionales del consumo, véase casa o coche. Con este carácter se puede esperar de ellos que sean una generación de emprendedores optimistas que remuevan lo convencional de nuestra época de una forma transformadora pero pacífica.
Para las marcas, entender a esta generación es una cuestión de mera supervivencia porque no podrán seguir relacionándose con sus audiencias en la manera que lo hacían hace una década. El grado de relevancia, autenticidad, honestidad y sinceridad en la forma de intercambiar gestos con ellos determinará sus probabilidades de adhesión a la marca.